martes, 3 de septiembre de 2013

Reflexiones desordenadas entre el Banco de España y Bale




Quizás cuando Sarkozy se refería a la refundación del capitalismo o Díaz Ferrán al paréntesis en el libre mercado hablaban premonitoriamente de los datos aportados por el Banco de España. Sitúan en torno a 61.300 millones de euros las ayudas públicas a la banca en distintos conceptos de capitalización, avales y garantías. Buena parte de ellos se empieza a dar por no recuperables.


Igualmente los datos de endeudamiento nos recuerdan donde se alimentó la pesada digestión que padecemos. Todavía 807 mil millones de euros de endeudamiento familiar del que tres cuartas partes es hipotecario. Más de un billón de euros de las empresas no financieras. Y digo padecemos porque si el rescate bancario va a tener un enorme coste para el erario público, el desapalancamiento empresarial se nutre entre otras cosas de reducciones salariales que ni mejoran precios ni invierten en tecnología, y el lento desendeudamiento familiar lastra la renta disponible y se hace sobre un bien en depreciación continua como son los inmuebles.

Esta mañana en las jornadas “Europa después de la crisis del euro:legitimidad, democracia y justicia” he podido escuchar la intervención de Gerard Delanty, de la Universidad de Sussex hablar sobre la “Integración europea y las contradicciones entre el capitalismo y la democracia”.


Hacía una reflexión sobre la relación conflictiva entre un sistema de acumulación capitalista y un sistema democrático que tendría una tendencia natural hacia la igualdad. La posibilidad de hacer conciliable esta tensión habría tenido su mayor expresión después de la II Guerra Mundial hasta la progresiva ruptura de los consensos promovidos por la hegemonía neoliberal.  

En lo que él denominaba desacoplamiento entre capitalismo y democracia, que tendría un colofón evidente en la insuficiente construcción política europea, planteaba un concepto interesante: la capacidad del sistema de acumulación capitalista de transferir su enorme crisis como crisis de la democracia.

Por un lado transferencia de recursos que estamos viviendo y que ponen de manifiesto las cifras del Banco de España.  Pero sobre todo (por ahí he querido entender que iba el argumento) la transferencia de responsabilidades y deslegitimaciones que el sistema de gobierno, las instituciones y los agentes representativos en esas instituciones están (estamos de alguna manera) sufriendo. Esa desconfianza vertical y horizontal que otra ponente, Ukrike Liebert (Universidad de Bremen) consideraba nefasta para la organización de las sociedades complejas.
Es cierto. Especialmente allí donde las políticas de ajuste se imponen como medidas ajenas, aparece un creciente desapego de la sociedad a sus cauces de representación. Y por el contrario, mucho menor deslegitimación (aquí viene la transferencia) de los agentes, instituciones e ideas económicas que han promovido las inercias que alimentaron los problemas actuales.

Al salir del Bizkaia Aretoa de la UPV pensaba en eso. En el llamado caso Bárcenas parece que nadie repara en lo más central del caso. Quien pagaba, por qué y qué ha supuesto eso para el país y su modelo de desarrollo en los últimos lustros o décadas.

Me venía a la cabeza empresarios y empresas alimentadas al calor de la ola de la construcción, de la gestión externa de servicios contratados o dependientes de concesiones públicas, magos de las relaciones preferentes con las entidades financieras para minimizar el riesgo combinando crédito, concesión o recalificación, retorno. Aversión a la transformación productiva. Capitalismo de amiguetes y de cortesanos.

Y me venía a la cabeza la escena de uno de esos paradigmas. Ayer a mediodía. Tras pagar 100 millones de euros por un tío que juega al fútbol con 20.000 personas aclamando. Sin reproches. “Marca España” decía algún panfleto. Si llega a ser un alcalde sin sueldo, lo crujen a tomatazos.


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