lunes, 12 de enero de 2015

La semana de Piketty


El economista francés Thomas Piketty ha estado promocionando su libro "El capital en el Siglo XXI" a través de numerosas entrevistas, encuentros y actos públicos. Bienvenido sea que alguien que despierta interés mediático, ponga el foco en una valoración que cuestiona la actual hegemonía de pensamiento sobre la crisis, desde una idea fuerza: la ineficacia económica de la desigualdad.

Especialmente a partir del golpe de timón de 2010, en Europa se ha acentuado el mensaje de que la cuestión nuclear para hacer frente a la crisis era resolver un problema de oferta. Es decir, poner el foco en que son los problemas de competitividad, regulatorios o de marcos de referencia los que explican porque las empresas no están en disposición de generar más bienes y servicios, y con ellos más empleo. No es una visión inocente, claro, es la coartada perfecta para llevar a cabo lo que se denominan reformas estructurales. Y para haberlas llevado a cabo desde la legitimidad social o al menos electoral. Si son los problemas de oferta los que generan paro, o hacemos estas reformas, o el paro seguirá en niveles inaceptables.


Reformas que en el ámbito laboral por ejemplo, han estado encaminadas a facilitar una reducción general de los salarios. A través de la descentralización de la negociación colectiva, situando los niveles de decisión prevalentes en los ámbitos reducidos de las empresas, y facilitando la no aplicación de las normas colectivas pactadas en convenios. Así lo prescribió la Troyka.

Sin embargo las consecuencias de estas medidas, auténticos planes de devaluación interna en la periferia europea, son más que discutibles. En efecto, el saldo exportador de economías como la española mejoró. Con muchos matices. Lo hizo mientras las economías centrales tuvieron un cierto dinamismo. Cuando todas se afanan en políticas de austeridad, y todas a la vez, el saldo exterior palidece.

Las previsiones con las que el Gobierno Vasco ha realizado sus presupuestos para 2015, apenas prevén que el saldo exterior aporte una décima al crecimiento de PIB para el año que entra. Casi todo el grueso de la mejora se fía a la demanda interna. Y eso en el territorio de mayor peso industrial y exportador del estado.

Por contra, la devaluación ha tenido y tiene un efecto de contracción económica evidente que alarga las consecuencias de la crisis, el paro y además agranda las desigualdades de renta como ponen de manifiesto todos los estudios al respecto.

Lo más interesante del mensaje fuerza de Piketty es que sitúa la devaluación y la desigualdad no ya como una política injusta socialmente, sino ineficaz económicamente. Consecuencia de la crisis pero también causa de la prolongación de la misma. Frente a la machacona insistencia en los problemas de oferta, hay que decir que estamos ante una crisis de demanda solvente y es verdad que en algunos países de insuficiencia de su aparato productivo. Que el terremoto económico de 2007, coaguló un sistema de distribución de recursos a través del sistema financiero y las burbujas de sobreendeudamiento asociados a él. Y que para recuperar empleo y actividad, es necesaria una distribución de riqueza que no puede venir de otra exuberancia irracional de las finanzas, sino de la equidad redistributiva a través de la riqueza que se genera en las empresas y en la propia sociedad (política salarial y fiscal)

Es cierto que este discurso por otra política económica ya no es marginal, y casa bien con buena parte de lo que ahora se escucha y se quiere escuchar en las opiniones públicas, hartas de las consecuencias sociales de los recortes y el paro. Incluso se abren resquicios, muy insuficiente eso sí, frente al dogmatismo austericida. El plan Juncker, las próximas decisiones sobre compra de bonos del BCE  o el proceso de negociación que se tendrá que abrir con posterioridad a las elecciones griegas, son el preludio de un año intenso política, social y esperemos que económicamente.

Pero hay otra parte del discurso, menos simpática a los oídos de muchos y que también ha hecho Piketty. La constatación de que otra política fiscal más expansiva por la vía de grabar más la riqueza, mutualizaciones de deuda que aligeren los enormes lastres de los países endeudados, y en definitiva, una mejor política redistributiva, sólo tienen viabilidad desde una reforma de las instituciones europeas, para profundizar en una mayor unión política, fiscal y presupuestaria.

O dicho de otro modo, que sólo el reforzamiento de un poder central democrático  y federado en la Unión, abrirá opciones reales de ejercicio más pleno de soberanía ciudadana en las instituciones de los estados. Si entendemos este ejercicio como ampliar los márgenes para poder optar. De la elección de políticas alternativas. Y aquí me parece, que Piketty tiene menos fans, imbuidos como estamos en debates circulares sobre desiderátums, frases hechas, galgos y podencos...


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